¿Cuál es el sentido de la evaluación que viene?

La comunidad educativa actual se enfrenta a desafíos de notable envergadura como es el cambio de paradigma y el concepto de evaluación del aprendizaje y evaluación de las estrategias de enseñanza. La evaluación es uno de los procesos más complejos y cargados de subjetividad puesto que en ella intervienen actores sociales: el alumno, sujeto del aprendizaje, y el docente, sujeto de la enseñanza.

El sentido de la evaluación que viene exige la humanización de la práctica evaluativa, es decir, pasar de una instrumentalización de la evaluación a una evaluación que motive a sus actores sociales a ser protagonistas de su propio proceso de aprendizaje y enseñanza. Considero que para encontrar el sentido de la evaluación en la escuela que viene los directivos de las instituciones educativas estamos llamados a propenden por un proceso de reflexión sobre los aciertos y posibilidades de mejora; es fundamental visibilizar los avances, logros alcanzados, acciones, creatividad, desarrollo de habilidades, capacidad para autoevaluarse y coevaluar. Se debe recuperar el concepto de evaluación formativa caracterizada por ser integral, sistemática, flexible, continua, participativa y reflexiva.

Otro desafío consiste en pasar del concepto de calificación al concepto de evaluación: “Evaluar muchas veces, calificar pocas veces”, premisa que exige una evaluación continua y permanente, estableciendo la diferencia entre información y conocimiento y aprender y aprobar, entendiendo el aprendizaje como la capacidad de transferir el conocimiento a la vida cotidiana y modificar las actitudes a partir de lo aprendido, llegando a consensos para definir las estrategias que evidencien los aprendizajes logrados tanto en docentes como estudiantes.

También es importante desarrollar la metacognición en los actores sociales que intervienen en el proceso evaluativo, entendido como la capacidad de reconocer la forma en que se aprende, los ritmos e intereses. Cuando el aprendiz es consciente de su forma de aprender puede intervenir y modificar sus actitudes para favorecer el aprendizaje. Entender la forma en que se aprende es el punto de partida para autoevaluarse con honestidad.Y para lograr dicha honestidad se hace necesario trabajar en los valores y principios éticos. El modelado de los directivos docentes y de los propios docentes cobra gran importancia para generar una cultura de la evaluación objetiva.

El cambio de paradigma nos invita a la utilización de instrumentos de evaluación distintos al examen escrito, donde se escuche al estudiante, se evidencie la capacidad de argumentar en relación con la información comprendida y resignificada. Podrían utilizarse rúbricas para analizar datos y

tomar decisiones, solución de problemas reales para transferir los conocimientos aprehendidos, elaboración de informes de auto-evaluación donde el aprendiz identifique sus avances, obstáculos, aspectos a mejorar y actitudes frente a su proceso de aprendizaje. Los productos al finalizar el proceso de aprendizaje propuestos para resolver problemas reales de su entorno (como vídeos, audios, ensayos, ponencias, mapas conceptuales, infografías, proyectos…) pueden evidenciar las competencias desarrolladas y los aprendizajes adquiridos. Facilitar una evaluación que mide, acompaña y cuida constituyendo oportunidad para humanizar el aprendizaje, generar vínculos, practicar la ética del cuidado y recibir retroalimentación permanente.

Hilda Muñoz

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