La evaluación que se viene

«Cómo salir del modo emergencia y cambiar el plan de vuelo»

Lea Sulmont Haak

El confinamiento que experimentamos en muchas partes del mundo es una experiencia desafiante, especialmente al hablar de millones de niños, niñas y jóvenes que han dejado de asistir a la escuela. Frente a esta realidad, el sentido de urgencia ha puesto la educación como uno de los temas prioritarios en la agenda mundial y eso ya es motivo de esperanza. La reacción “en modo emergencia” nos ha ayudado a sobrellevar una situación de incertidumbre y a adaptarnos a nuevas condiciones para continuar con el servicio educativo. 

Frente a esta realidad, el sentido de urgencia ha puesto la educación como uno de los temas prioritarios en la agenda mundial y eso ya es motivo de esperanza.

En este contexto, el tratamiento del tema de la evaluación es abordado con premuras diferenciadas por cada hemisferio. En países del norte, donde el ciclo escolar está por terminar, se vienen adoptando soluciones para flexibilizar los tiempos e instrumentos de evaluación, pues están en juego los sistemas de promoción y continuidad entre ciclos educativos. Esto puede significar una real oportunidad para repensar el sistema de evaluación o, simplemente, una pausa, esperando el retorno a la nueva normalidad. 

En el hemisferio sur, la pandemia nos tomó arrancando el año escolar.  Lo cierto es que el desafío es distinto al del hemisferio norte y, será muy difícil cumplir con un “currículo oficial” en estas circunstancias. Por lo tanto, cabe sincerar las prioridades de aprendizaje y, en consecuencia, plantear una evaluación formativa, centrada en las producciones y actuaciones que generen los estudiantes en estos tiempos. Un planteamiento de esta naturaleza suena razonable, sin embargo, se estrella con las expectativas y las preocupaciones de docentes y los administradores de la educación que deben rendir cuentas en escenarios que van desde lo público a lo privado, desde la metrópoli a la comunidad nativa.

Pero si bien es importante valorar que lo que se viene realizando hasta el momento en esta crisis sanitaria, se trata de  acciones «de emergencia»  que hay que evitar normalizar y entrar en modo “piloto automático”.

Tenemos que ensayar respuestas en medio de la incertidumbre. Incertidumbre sobre los contenidos -lo que es importante aprender- y las estrategias de evaluación de manera conjunta. Y es que la evaluación no está desvinculada de las prácticas pedagógicas. Son dos caras de la misma moneda. 

¿Qué estamos haciendo? Aparentemente la solución que está permitiendo continuar con el servicio educativo se centra en distribuir contenidos. La preocupación genuina por querer suplir esta distancia física está generando, de manera consciente o no, prácticas que, apoyadas en diapositivas y videoconferencias, buscan dar a los estudiantes los contenidos que se daban en la escuela, cambiando la pizarra por la pantalla. En esta lógica, la evaluación se centra en verificar la comprensión de estos contenidos y emergen dudas sobre cómo validar la identidad de los estudiantes en la red.  Para sortear esa preocupación se generan evaluaciones en plataformas virtuales con múltiples sistemas de seguridad, contraseñas, accesos con tiempos restringidos, que hacen que la experiencia, que debería estar centrada en la celebración del aprendizaje, se convierta en un juicio virtual.  

Tenemos que ensayar respuestas en medio de la incertidumbre. Incertidumbre sobre los contenidos -lo que es importante aprender- y las estrategias de evaluación de manera conjunta. Y es que la evaluación no está desvinculada de las prácticas pedagógicas. Son dos caras de la misma moneda. 

Aquí, las diversas tecnologías disponibles amplifican una práctica de transmisión que, si recordamos las teorías e investigaciones sobre cómo se aprende, poco contribuyen a generar aprendizajes significativos y personas autónomas, críticas, creativas, etc. 

En ese contexto, tenemos que seguir insistiendo en superar una estructura disciplinaria centrada en contenidos, que hace tiempo sabemos que no permite avanzar al desarrollo de competencias. Desde inicios de este siglo diferentes organizaciones –Unesco, OECD, ACTs, por citar algunas- han investigado y definido marcos con las competencias requeridas para afrontar el siglo XXI que han tenido eco en la actualización de los perfiles de estudiantes de las escuelas, orientándose a formar a los ciudadanos de estos tiempos. Así, tanto la educación superior como la educación básica vienen abandonando un paradigma educativo centrado en los saberes para pasar a un paradigma centrado en el desarrollo de competencias. Que la pandemia no nos desvíe del rumbo y más bien nos dé la oportunidad de flexibilizar los sistemas de evaluación basados en pruebas estandarizadas, rankings, calendarios fijos, que poco o nada tienen que ver con las aspiraciones de una educación por competencias. 

Tenemos que seguir insistiendo en superar una estructura disciplinaria centrada en contenidos, que hace tiempo sabemos que no permite avanzar al desarrollo de competencias.

El docente que implemente este tipo de currículo está invitado a diseñar situaciones de aprendizaje significativas, articulando diferentes áreas temáticas, trabajando interdisciplinarmente con otros colegas para crear experiencias que desarrollen aprendizajes complejos.  

Entonces, evaluar competencias requiere de una mirada formativa. En estos tiempos, y en los que vienen, es importante encarar la evaluación como un proceso de acompañamiento del aprendizaje, reconociendo que tiene una intencionalidad que es la mejora de los aprendizajes de los estudiantes y promover su bienestar. 

Que la pandemia no nos desvíe del rumbo y más bien nos dé la oportunidad de flexibilizar los sistemas de evaluación basados en pruebas estandarizadas, rankings, calendarios fijos, que poco o nada tienen que ver con las aspiraciones de una educación por competencias. 

La priorización de contenidos, la flexibilización de los tiempos para adaptarnos a los ritmos personales y, ahora familiares, es clave. El espacio es un escenario que hoy se extiende entre lo virtual y presencial y hay que sacarle el jugo. Mientras dure el confinamiento serán los hogares, mientras se ensaya una desescalada que permita retomar las aulas. Pero también podemos ensayar una convivencia de varios escenarios, algo que no debe solo ser reacción a una medida sanitaria, sino estar sobre todo orientada al bienestar de la persona.

Formar y, por lo tanto, evaluar por competencias plantea a la comunidad educativa una reingeniería profunda.

Viéndolo así, este momento histórico nos da la oportunidad de experimentar nuevas posibilidades, compartir y aprender de las soluciones que cada país adopta para repensar la escuela que viene.  Necesitamos pensar en el plan de vuelo futuro en función de tres elementos que configuran los sistemas educativos: contenido, tiempo y espacio de aprendizaje.

Este momento histórico nos da la oportunidad de experimentar nuevas posibilidades, compartir y aprender de las soluciones que cada país adopta para repensar la escuela que viene. 

Lea Sulmont

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3 comentarios en “La evaluación que se viene”

  1. Es más que oportuno direccionar la evaluación hacia lo que verdaderamente busca, apreder, crecer, consolidar integralmente a la persona.

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