Las tecnologías… y lo demás

Leda Muñoz
Directora Ejecutiva 
Fundación Omar Dengo

La pandemia ha hecho particularmente visibles rezagos y debilidades en la educación de nuestra Región, que se vienen arrastrando desde hace mucho tiempo, pero que han quedado postergadas por diferentes razones: políticas, económicas, ideológicas, ineficiencias simples, y otras más.  

Si esta crisis logra empujar al sistema educativo fuera de esa especie de zona de confort en que ha estado, quizás se pueda dar la transformación sistémica que se ocupa.  El peligro es que  se privilegien respuestas tipo “parche”, que no lleguen a desencadenar el cambio profundo que se ocupa.  

Por ejemplo, el acceso desigual  de los hogares a las tecnologías, incluyendo a la conectividad, es uno de los elementos que se ha hecho evidente en esta crisis, no obstante reaccionar con iniciativas apresuradas (aunque siempre políticamente atractivas) de compras masivas de computadoras, sin que se trabaje simultáneamente para que se den las condiciones mínimas para su aprovechamiento educativo, convierte estas iniciativas más en un gasto que en una inversión.  

Estas poderosas herramientas no cambian los resultados educativos por sí solas, ya eso lo hemos aprendido y está documentado. Como toda herramienta, es el uso que se le dé el que define el resultado.   

Debilidades menos obvias para la ciudadanía, como la falta de oportunidades para fortalecer las competencias digitales en los docentes para apropiarse estratégicamente de las tecnologías, de manera tal que se estimule el desarrollo de habilidades clave en el estudiante (en contraste con un uso para entregar contenidos); o la ausencia de modelos educativos diseñados intencionalmente para que el estudiante aprenda a aprender autónomamente, han sido parte de las dificultades experimentadas al enfrentar el cierre de las escuelas, y requieren de un abordaje inmediato tanto como el de acceso a las tecnologías. 

Como toda herramienta, es el uso que se le dé el que define el resultado.   

Avanzar aisladamente en los diferentes componentes del sistema educativo, sin las adecuadas sincronizaciones y engarces, sin un diseño claro que les dé propósito y coherencia en el tiempo y a través de los ciclos políticos y sociales, y sobre todo que cambie la lógica de cómo se aprende, es una fórmula que lamentablemente venimos usando, y no parece que pueda darnos los resultados que la sociedad necesita y espera.  La crisis podría ser también una oportunidad si propicia una acción sistémica de cambio de la educación. Para empezar, ya trastocó el concepto de la escuela como un espacio físico definido, y los tiempos, medios y herramientas para la acción docente.  

Leda Muñoz

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