Recuperar el sentido de aprender

El aislamiento y el consiguiente cierre inesperado de las escuelas impactaron de tal manera que nos exigieron volver a pensar las prácticas docentes, los vínculos y la escuela misma.

La pandemia evidenció muchas cuestiones que ya sabíamos que la escuela debía cambiar pero que no cambiaba. Tal vez ese haya sido el aspecto más positivo de la pandemia: nos empujó a renovar la mirada, a desnaturalizar la práctica, a preguntarnos por cada una de las acciones propuestas. Volver sobre nuestros pasos, nuestro ser docente. Hubo que situarse en ese contexto de trabajo remoto y pensar cómo construir “escuela” más allá de las paredes. Y en ese proceso nos encontramos preguntándonos por el sentido de lo que estábamos enseñando y de lo que tendríamos que enseñar.

A partir de esas preguntas comenzamos a reconfigurar la práctica y a reconstruirla. Los contenidos y las herramientas tomaron otro valor porque empezamos a entender que no sólo podíamos responder a la emergencia con una propuesta de contingencia sino que teníamos que ir más allá y construir una propuesta renovada que ofreciera experiencias enriquecidas y convocantes más allá de la situación coyuntural.

Este proceso de rediseño y reconstrucción de la propuesta de enseñanza fue posible, entre otras cosas, por la alteración de los tiempos y espacios escolares que nos permitió generar momentos  de encuentro y trabajo conjunto entre los docentes para pensar, compartir estrategias, aprender con colegas, colaborar, levantar andamios, comprometerse y asumir la enorme tarea de reinventarnos a medida que íbamos probando.

Esta reflexión nos mostró cómo un currículum que contiene una enorme  colección de  contenidos termina imponiendo tiempos y superficialidad en el desarrollo de los contenidos y en la construcción de aprendizajes. En esta colección que ofrece de modo enciclopédico creemos desarrollar todos los temas, pero siempre queda por fuera lo que está pasando hoy, lo que necesitan hoy los estudiantes para apropiarse y para formarse como ciudadanos  críticos. 

Advertimos además que, más allá de lo prescripto por el curriculum, hay intersticios en los que los docentes y las escuelas podemos crear, jerarquizar y priorizar contenidos de manera diferente y generar propuestas de nuevo tipo, recuperando y validando los conocimientos antes invisibles para la escuela que los alumnos aprenden en cualquier otro lugar.

De alguna manera pudimos reconcebir ese currículum real, que se pone en juego en las escuelas consciente o inconscientemente, lo renombramos y al hacerlo lo potenciamos. En este tiempo nuestras aulas se expandieron, se alteraron, se consolidaron y comenzamos a arriesgar respuestas o posibles líneas sobre lo que hoy supone la tarea de enseñar.

Hay que profundizar sobre algunas de esas líneas sobre las que avanzamos. 

Tenemos que comprender los complejos escenarios de tiempos acelerados y algorítmicos que reconfiguran las demandas educativas e imaginar nuevos escenarios posibles.

Analizar críticamente las tendencias culturales para acercarnos a los intereses de nuestros estudiantes procurando comprender los rasgos significativos de los consumos culturales y trasladarlos a propuestas de enseñanza que creen sentido y colaboren con la formación de sujetos críticos.

Identificar las nuevas modalidades de lectura, las oscilaciones e hibridaciones entre el papel y las pantallas y promover las múltiples alfabetizaciones que hoy se necesitan para desenvolverse como ciudadanos de la era digital.

Superar la división de materias y asignaturas para generar espacios que atraviesen y transciendan la fragmentación del conocimiento y que den lugar a espacios curriculares nuevos que propongan desafíos cognitivos genuinos.

Diseñar propuestas pedagógicas que configuren experiencias de aprendizaje significativo para todos los actores involucrados: los docentes, los estudiantes y las familias.

Conectar a los estudiantes con vivencias expresivas importantes que pongan en juego la emoción como parte constitutiva de la construcción de aprendizaje y abordar problemas realmente importantes que den sentido a la vida.

Deslocalizar el conocimiento de la escuela incorporando todos los recursos que la tecnología pone a nuestra disposición y reconocer que hay muchos lugares en los que nuestros estudiantes generan conocimiento, así podemos construir un curriculum inclusivo multimodal y actualizado.

Incluir relatos que se expanden, narrativas transmedia que se funden en la cultura de la construcción colaborativa y participativa, apropiándonos de los diferentes lenguajes en diversos medios y que generan el pasaje de lo estático a lo que está en movimiento.

Valorar todo lo que enseña la escuela, todo lo que se aprende y que no está vinculado con el contenido y que aún en circunstancia de distanciamiento a través de la mediación tecnológica se puede potenciar. 

Aprender de nuestros estudiantes y aprender a co-diseñar con ellos nuestras propuestas de enseñanza.

Y, sobre todo, tenemos que despertar en nuestros estudiantes el deseo por aprender.

Pensar la escuela del regreso en esta situación compleja implica un enorme desafío para quienes estamos en equipos directivos, pues tenemos que dislocar la estructura tempo- espacial de la escuela y generar condiciones novedosas que resulten flexibles, que impulsen la cultura de la colaboración y la autonomía interconectada, que den nuevos sentidos al edificio escolar para cultivar todo lo aprendido y construido en este tiempo de pandemia y propagar un aprendizaje en movimiento continuo.

Claudia Lombardo

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