Escuela rural, orgullo rural

Otras escuelas son posibles. Escuelas alejadas de los grandes centros urbanos: escuelas infantiles, colegios, escuelas de adultos…

En una localidad de 600 habitantes como Alpartir (Zaragoza) podemos encontrar estas escuelas que contemplan la educación como un elemento compensador de desigualdades sociales y territoriales y que luchan por un futuro digno.

Centros escolares pequeños, con poco alumnado, con clases agrupadas y heterogéneas, profesorado inestable, recursos escasos, inmediatez de un entorno natural accesible fácilmente desde la escuela, integración de los espacios comunes del pueblo a la vida escolar. Una realidad que propicia planteamientos didácticos globalizadores muy acordes con las distintas etapas, como trabajar por proyectos o mediante centros de interés; que realza las actividades en la naturaleza, pero que obliga a adaptaciones importantes del diseño curricular.

Es necesario tener en cuenta las ventajas e inconvenientes de la zona rural, los recursos y las necesidades que permitan mejorar su calidad educativa con el apoyo de la Comunidad Educativa. Para ello, es necesaria una cultura de colaboración donde el proyecto educativo, el trabajo en equipo y los intereses generales de la comunidad educativa se antepongan a los intereses particulares. Con el uso de las redes sociales, por ejemplo, tanto físicas como virtuales, podemos llegar a más personas y así hacer partícipe a toda la comunidad educativa y dar a conocer las actividades que se realizan en un nuevo paradigma educativo, que también afecta a la zona rural, caracterizado por el cambio continuo y la constante necesidad de adaptación, siendo necesaria la innovación constante y la preparación del alumnado para que sepan adaptarse a estos cambios continuos y vertiginosos.

Discutir, compartir ideas y llegar a un consenso sobre el cambio entre toda la comunidad educativa es fundamental para emprender cualquier iniciativa orientada a la mejora de la escuela, sin olvidar que el objetivo primordial siempre debe ser la mejora del aprendizaje del alumnado. Siendo necesario para ello un equipo directivo que ejerza una labor de coordinación y dinamización democrática a partir de la participación y el trabajo en equipo. Ahora bien, con una movilidad del profesorado en la zona rural del 40% anualmente y del 60% cuando hay concurso de traslados, es muy difícil dar continuidad a los proyectos de centro, de ahí la necesidad de difundir las actividades y de implicar a toda la comunidad educativa, pues así los proyectos se institucionalizan y arraigan no solo como una forma de funcionar, sino también de enseñar y vivir.

Y para cambiar y avanzar hacia un sistema que mejore la calidad educativa no debemos trabajar solos, sino en red con una estrecha interacción, cooperación y diálogo en un contexto de inclusión muy efectivo al aprovechar el entorno pedagógico de la escuela para ser más flexibles, ágiles y resilientes. Ser capaces de incorporar toda la energía civil para aprender de su talento y creatividad, dándole mayor protagonismo a la ciudadanía (familias, vecinas y vecinos, asociaciones…) no solo en la toma de decisiones sino también en el diseño e implementación de las estrategias. Transformar las jerarquías en redes, concebirlas como cuerpos sociales dinámicos, no solo amplía su radio de acción y su conectividad exterior, también reactiva sus fortalezas internas, aflora los liderazgos ocultos, multiplica el valor social producido y maximiza el uso eficiente de los recursos de la zona rural.

A este respecto, la escuela rural es el lugar ideal para tejer redes, establecer estrategias con las familias para conocerlas, informarlas y facilitar su participación y colaboración, o de promover la innovación entre el profesorado, o dignificar la función del Consejo Escolar.

Las “otras escuelas” se reivindican como proyectos inspiradores de un cambio de paradigma: de las escuelas que enseñan a las escuelas que aprenden. Pensar las escuelas bajo el prisma de la ciencia de redes nos permite una aproximación a la compleja y escurridiza tarea de configurar los ecosistemas de innovación y creatividad en el ámbito rural. Para ello podemos utilizar el Hexágono de la Innovación Pública (HIP) que promueve un cambio sistémico a través de seis vectores (OPEN abierto, TRANS transversal, FAST ágil, PROTO modelado, CO colaborativo y TEC tecnológico) basados en las propiedades de las redes y así poder visualizar nuestro ecosistema de innovación y creatividad o el impacto de las diversas metodologías para tomar decisiones. En nuestro caso, al ser un número reducido de docentes que componen el claustro, facilita la toma de decisiones de forma ágil y horizontal con un buen clima de convivencia para poder construir un proyecto educativo sólido y consensuado.

Por otra parte, las “otras escuelas” merecen una mayor atención tanto por los políticos como por los profesionales, incluso por los propios docentes que aceptan el mito del bajo rendimiento de la escuela rural, por ejemplo.

La escuela rural y sus elementos positivos están descubiertos hace tiempo, lo que hay que hacer es recordarlos para que crezca el número de defensores de las escuelas en el medio rural. Otras escuelas son posibles. Escuelas alejadas de los grandes centros urbanos: escuelas infantiles, colegios, escuelas de adultos…

«Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo» (Eduardo Galeano).

Juan Antonio Rodríguez Bueno

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